miércoles, abril 05, 2006

Significado de la cruz

Es común creer que al que hace el bien le va bien y al que hace el mal le va mal. Si los hechos dicen lo contrario, si a veces a los buenos les va mal y a los malos les va bien, se piensa que tarde o temprano, las personas cultas, trabajadoras, ahorrativas y correctas serán recompensadas, pero las ignorantes, las descuidadas, las gastadoras y las corruptas sufrirán nefastas consecuencias. En las religiones, este esquema mental es garantizado por un “dios” que castigará a los que se comporten de un modo injusto y premiará a los que observan sus mandamientos.

La otra cara de este modo de pensar, sin embargo, lleva sutilmente a concluir algo muy grave: que los triunfadores son buenos y que los perdedores son malos. Por esto muchos creen que el contagio con los ricos, los sanos y todos aquellos a los que la vida les sonríe podrá beneficiarlos, y se les acercan y los adulan. Por el contrario, es tan común sospechar de los pobres y evitar su contacto: si son pobres, es que son flojos. En Chile todavía se dice de algunas víctimas “algo habrán hecho”.

El cristianismo enseña que esta lógica es errónea. En la cruz Dios estuvo en un hombre que, condenado a muerte, parecía culpable, pero era inocente. Si Dios se identifica con Jesús, mientras Jesús se identifica con los perdedores, su lógica rompe con aquella otra lógica que inspira desprecio por los culpables y veneración por los justos. La lógica del Dios de Jesús, es el amor desinteresado. ¿Se entiende? No fácilmente. La entenderán los que sean amados y perdonados por los imitadores de Jesús, cuando a los ojos de la sociedad ellos parezcan culpables por su pinta de perdedores.

Se dirá que la resurrección fue el premio del justo. Sí, si entendemos que Dios premia a Jesús con la vida nueva, pero que en la cruz no lo castiga a él ni en él a los que lo han crucificado. Dios no necesita condenar a unos para salvar a los otros. Dios puede lo que nadie puede: morir por los pecadores y resucitar por los inocentes. Para ofrecer el perdón divino a los pecadores Jesús comparte la consecuencia última del pecado, la muerte. Para reivindicar a las víctimas inocentes del pecado, resucitando a Jesús Dios hace justicia a los ajusticiados injustamente. Muy distinto a lo que se piensa comúnmente, Dios ama a inocentes y pecadores. Dios no sabe castigar. Ama, y nada más.

¿Da lo mismo entonces comportarse bien o mal? De ninguna manera. Si en la cruz Dios ofreció el perdón a los que descargaron en su Hijo inocente un daño que Él no descargaría en un culpable, alcanzan la vida eterna los que son compasivos con los pecadores como Él es compasivo con ellos. En cambio, los que se empeñan en apartarse de los pecadores y juzgarlos, se condenan solos, porque solos se niegan a entrar en el circuito de la compasión de Dios. El infierno es invento humano, no divino. Dios ha creado sólo el cielo. Para amar y perdonar, Dios no necesita de nuestra bondad ni que le crucifiquen a un hombre. Si Dios quiere salvar a la humanidad, se salva el que prolonga la magnanimidad de su amor con el prójimo, pero también consigo mismo. Si Dios ama a los que no merecen ser amados, la misión de los cristianos consiste en inventar un mundo al revés, un mundo digno de todos y no sólo de algunos. La santidad auténticamente cristiana no consiste en la impecabilidad, sino en la misericordia. La justicia divina no hace intrascendente la búsqueda de justicia humana, pero, al encajarla en la misericordia, la capacita para rescatar a los malos en vez de descartarlos.

Publicado en Si tuviera que educar a un hijo… Ideas para transmitir la humanidad, Centro de Espiritualidad Ignaciana, Santiago, 2004.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

me parece genial la utlima frase "La santidad auténticamente cristiana no consiste en la impecabilidad, sino en la misericordia. La justicia divina no hace intrascendente la búsqueda de justicia humana, pero, al encajarla en la misericordia, la capacita para rescatar a los malos en vez de descartarlos", deja en claro el rechazo al fariseismo en que a veces caimos juzgando a otros, don Luigi Giusanni dice que la moraliad es el amor a la verdad y que el camino del hombre es tendecial al ideal de ella , pero estamos tocados por la "herida" el pecado , creo que escucahrlo de Don Giussani y de un jesuita , no de cualquiera, hace resonar más fuerte a Cristo en la relidad. es bacan , un abrazo genial la pagina

12:07 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Que forma tan clara y sencilla de hacernos ver que no somos nadie para juzgar, ¡CON QUÉ ROPA!!;
"el que está libre de culpa...";
"perdona señor nuestras ofensas, ASÍ COMO NOSOTROS...", o sea, EN LA MISMA MEDIDA QUE SOMOS CAPACES DE PERDONAR NOSOTROS.
Entonces,¿qué perdón estamos pidiendo?

1:27 p. m.  
Blogger Jorge Costadoat S.J. said...

Es dicífil establecer una relación entre la justicia y la misericordia. Pero es necesario hacerlo.
La exigencia del perdón, pidiéndolo y dándolo, caracteriza al cristianismo como una religión de pecadores que viven del amor de Dios.
Gracias por los comentarios.
Jorge Costadoat

12:40 p. m.  
Blogger Eleazar said...

Me quedo con la impresión de que es un tema de cómo deseamos vivir. A quien se comporte mal podremos ajusticiarlo, aplicarle condenas, causarle un daño bien o mal merecido. ¿Y luego de eso que queda? Podemos aplicar nuestras leyes a nuestra vida personal y hacer nuestros juicios sobre el comportamiento de los demás en base a leyes, pero en el ejercicio de esta forma de actuar pareciera que nuestra humanidad se desvanece. El aprecio a las personas y el respeto que le debemos a ellas lo percibo como una norma inquebrantable, no hay ley humana que deba ponerse por encima del amor que nos debemos unos a otros. Amor nacido del merecido respeto de "ser", de haber nacido y tener derecho a vivir felices, de las segundas oportunidades que todos necesitamos una y otra vez.

Sí, hagamos justicia, pero no nos olvidemos los unos a los otros.

5:39 p. m.  

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